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Capítulo II
Cuando regresé a la fiesta, él había comentado con varios compañeros de mi intento de huida. El cumpleañero, un poco animado ya, me invitó a servirme varias copas con él, para que no intentara escaparme, de nuevo. Tenía la sangre en el ojo, por aquella conversación, … ¡estaba furiosa! Media botella de vodka fue suficiente para dejar atrás mi enfado y sentirme aliviada. Sin embargo, unas cuantas copas más, hicieron que comenzara a sentirme extrañamente graciosa y feliz y, con ello, había perdido noción de la hora: 20 llamadas perdidas y 10 mensajes de texto, me recordaron la cena con Liz.
- “Perdóname, te juro que intenté salir de aquí, pero me secuestraron (risa). Mañana, te lo prometo, mañana estaré contigo … ¡y cenaremos ese plato que tanto nos gusta!”, le dije en un mensaje de voz, en el cual claramente se me notaba un tanto ebria.
- “Entonces, ¿si había un hombre esperándote?”, preguntó el maldito.
- “¿Qué?”, le respondí notablemente confundida.
- “¿No era tu cita?, ¿con quién te acabas de disculpar?”
- “Pues … Claro que sí. Íbamos a cenar juntos en mi departamento ¿Qué creías?, ¿qué mentía acaso? Para que lo sepas muchos hombres han pasado por mi cama, y él está loco por mí, loquito, loquito.”, respondí.
Pensé que me lo quitaría de encima, que se quedaría callado con mi respuesta. Pero también me di cuenta que sonaba un tanto ridícula. Sin embargo, en ese momento no me importó. No me había dado cuenta que, mientras hablábamos, él me había llevado lentamente contra una de las paredes de la oficina. Apoyó uno de sus brazos a la pared, ¡me tenía rodeada por su cuerpo! Sentí mucho miedo y angustia, pues pensé que podría darse cuenta de mi engaño. Él empezó a hablarme, como un susurro, mirándome en una forma que jamás lo había hecho antes.
- “Te pido disculpas por haberte amargado la noche. ¿Podría compensarte de alguna forma?, ¿llevarte a tu departamento?, ¿ayudarte a subir? No te ves bien, y me siento responsable.”
Por un momento pensé que estaba en una de mis fantasías, y que si abría los ojos podría terminar lo que, a mi parecer, sería la peor de ellas.
- “¿Te me estás insinuando?”, le pregunté en un tono burlón.
- “No, claro que no. ¿Tú quieres que me insinúe? … Pero, ¿qué dirá tu novio si se entera?, … yo solo quería ser amable contigo, por tu estado.”, lo dijo alejándose y burlándose nuevamente de mí.
¡Maldito … lo odiaba tanto! Siempre usaba mis palabras a su conveniencia. Sentí instantáneamente como el miedo se transformaba en ira, y me iba quemando por dentro.
- “Tú y yo (risa). No, …. jamás! No eres mi tipo.”, le respondí.
- “No, no lo soy. Jamás podrías conmigo. Terminaría aburrido, al minuto, de estar contigo.”, y se burló abiertamente de mí.
¿Qué pretendía? Estaba lastimando mi orgullo, y no podía dejarlo así. Entonces esa rabia, y el licor en mi organismo, me hicieron decir la peor estupidez del mundo.
- “¿Acaso te gusto tanto? …”, le dije, devolviéndole la risa, “… ¿crees que ofendiéndome me llevarás a la cama? No eres mi tipo, pero si tú entraras en mi cama, ¡no podrías dejar de venir a mí!”, se lo dije con rabia, … con mucha rabia por dentro.
Lo miré directo a los ojos y traté de verme soberbia e imponente. Nunca un hombre había sido tan ofensivo e hiriente conmigo. Y entonces respondió lo impensable … me silenció.
- “Pruébalo. Pruébame que eres tan inolvidable que sería solo un despojo de hombre tras de ti, esperando a que me abras tu puerta, para hacerlo contigo.”, dijo acercándose a mí, tan desafiante como siempre.
- “¡Lo haré!”, le respondí.
Mientras íbamos rumbo a mi departamento, él se veía extraño. Y yo, estaba muy, muy, muy nerviosa. Me sentía culpable, avergonzada y tonta, pero no podía retractarme… ¿o sí?, ¿podía decirle que todo fue una broma? Claro que no, si me echaba para atrás él pensaría que era una farsante, una tonta disfrazada de arrogante que se dejó llevar por el calor de la discusión. El licor me impedía sentir más vergüenza, y solo quería beber un poco más para perderla totalmente, y dejar que esa noche acabara sin mayores rastros en mi conciencia.
- “¿Podemos pasar por una gasolinera?”, le pregunté, un tanto nerviosa.
- “Necesitas algo?, ¿acaso te sientes mal?”, me cuestionó, un tanto preocupado.
- “No, no me siento mal. Solo pensaba que podríamos comprar una botella de licor, como para amenizar un poco el momento, ¿no te parece?”
- “No, no me parece. Unas copas más y estarás borracha, y no es mi estilo. Aunque si lo quieres así, la compramos. Pasará menos de un minuto, para que te duermas. Yo te dejaré recostada y finalmente me iré aburrido, de tu cama, como lo predije.”, estaba claramente incómodo y molesto con mi petición.
Él también estaba pasado de tragos, pero era más consiente que yo de la situación en la que estábamos.
- “No es eso, solo quería pasar por preservativos. Disculpa si te ofendí.”, le dije, pidiendo disculpas.
Inmediatamente pensé: “¿Soy demasiado estúpida, o qué?, ¿por qué dije eso?, ¿porque le propuse lo del licor? … ¿por qué estoy en medio de esta situación tan absurda?”.
- “Creí que si tendrías, por tu novio …”, y mostró de nuevo esa sonrisa burlona, que volvió a encender mi ira.
- “No, no tengo, se me acabaron. Casi siempre voy con él, a su departamento. Solo no quiero que me contagies alguna cosa …. como tu idiotez.”, respondí molesta.
¡Fui muy tonta al caer en su juego! Estaba haciendo el ridículo, mi historia sonaba tan falsa … y él lo sabía.
- “No te preocupes, ya me detengo en una farmacia y los compro.”, contestó.
Estábamos a 10 minutos de llegar, y yo solo esperaba que sonara su teléfono y tuviera que dejarme ir. O que llegara a mi habitación, y súbitamente me diera un desmayo, para poder alegar enfermedad y no que era una tonta, mentirosa y falsa … y que tal vez no podría enloquecerlo en la cama, como le advertí.
Subimos al ascensor y, de pronto, lo vi rodar sus manos desde su frente, por debajo del cabello, hacia su nuca. Jamás había notado que tenía unos lindos ojos, profundos y terriblemente oscuros, unas manos grandes muy varoniles, …. y su voz era grave, tal vez hasta sexy, si no la abriera para decir tantas estupideces. ¿Acaso era mi mente que buscaba situarlo en una fantasía, para pasar el mal rato? No lo sé. Pero no podía retractarme, sería demasiado vergonzoso. Cuando llegamos, abrí la puerta y volteé a verlo.
- “Aquí vivo, pasa por favor.”, le dije con voz temblorosa.
Él me miró a los ojos, y quiso decirme algo. Pero se mantuvo callado, y bajó la mirada. Dio la vuelta y comenzó a irse hacia el ascensor, en total silencio. Debí dejarlo ir, así, sin más … y habría sido el fin. Pero mi orgullo y falta de lucidez, le ganaron a la razón.
- “Ok … ya entiendo. Tienes miedo, porque sabes que tengo razón …”, le dije riendo, y continué: “… no podrías olvidarte de mí. Vete, no hay problema, te comprendo. Pero nunca olvides que yo siempre tuve la razón, …. ¡cobarde!”
Esa última palabra, salió de mi boca como una puñalada. No entendí porque le dije eso … había sido tan desagradable y tonta. Y apenas lo dije, sentí un gran peso de culpa en mi pecho. Él se volteó a verme, notablemente asombrado. Entonces empezó a caminar rápidamente hacia mí.
- “Discúlpame, soy una tonta ebria, que no sabe cerrar la boca.”
- “No, no sabes cerrar la boca… “, me dijo con una maldita sonrisa que siempre me llenaba de ira, “… pero yo te puedo enseñar.”
Me empujó suavemente hacia adentro y cerró la puerta … ¡otra vez me tenía contra la pared! Estábamos en mi sala, su brazo junto a mi cabeza, y su cuerpo peligrosamente junto al mío. Veía mi boca y mis pechos con tanto deseo, que me puso a temblar. Y entonces le dije:
- “Esto es un error…”
Y me besó … me besó tan apasionadamente que me quito el aliento, y todas las palabras que podía haberle dicho para que parara. Se acercó tanto que sentí su miembro duro, grande, latiente, frotarse deliciosamente en mí. Su mano apretó mi pecho, y yo solo esperaba que me llevara a la desnudez, por completo. Ambos lo deseábamos tanto, que podíamos sentir las ansias del otro. De pronto se detuvo, y se alejó bruscamente.
- “No, no va a ser así. ¡No! …”, parecía confundido … movía su cabeza haciendo una negación. Y bajó la mirada, como si sintiera vergüenza.
- “¿Qué?, ¿por qué?… ¿acaso no te gusto?”, le respondí, ansiosa.
Esas palabras salieron nuevamente de mí, sin pensarlo bien. Apenas las dije sentí que lo estaba incitando a que terminara lo que tan placenteramente había iniciado. Lo estaba pidiendo, y en mis ojos solo podría ver el deseo. Todo lo demás que había pasado, ya no estaba en mi mente. Se acercó nuevamente, poniéndose sobre mí, mirando mis ojos y mi boca, como si quisiera recaer por la gravedad del deseo.
- “Yo podría tomarte ahora, aquí mismo, y por lo que sentí en tu cuerpo, en tu boca, no te resistirías. Pero no lo quiero así …”, me dijo.
- “¿Y qué es lo que quieres entonces?”, le cuestioné.
- “¡Quiero que estés dispuesta a entregarte toda … a dejarte llevar, no porque estés ebria, sino porque me deseas como yo a ti! … No soy un cretino, y sé que todo lo que me dijiste fueron mentiras para callarme.”, respondió mirándome fijamente a los ojos, atravesándome con ellos.
- “¿Mentiras?, ¿qué mentiras? Yo no te mentí en nada.”, y lo alejé con mi brazo, molesta e indignada por haber sido descubierta.
- Suspiró, y dijo: “Está bien, todo fue verdad. Con más razón te dejo … puede llegar tu novio, y no me gustan los tríos.”
Se fue sin siquiera regresarme a ver. Yo estaba húmeda y terriblemente incómoda con la situación. Me quedé pensando un largo rato en lo que había pasado: ¿cómo dejé que llegara tan lejos?, ¿por qué me gustó tanto tu cercanía, si él no me gustaba realmente, o sí?, ¿por qué me dijo que no quería hacerlo así conmigo?, es decir, ¿quería hacerlo conmigo?, ¿me lo volvería a insinuar?, ¿él se me insinuó? ¡Nooooo!, yo lo hice. Yo hablé de la cama, yo comencé todo… ¡todo! Solo sentí un golpe de vergüenza en mi cara, como si cada terrible error cometido en esa noche, aplastara mi cabeza.
Entré a la ducha, y dejé que el agua refrescara mi cuerpo, por completo. Pensé en sumergirme en una fantasía con él, para alejar todas las ideas de mi mente, re escribir la historia haciendo que él me lo pidiera, desde un inicio, y poder relajarme un poco de la realidad. Pero no pude, ¡no pude hacerlo!… ¿por qué? Él era tan impredecible y extraño para mí, que me era imposible pensar en la forma en que me abordaría. Decidí entonces irme a la cama a dormir, y gracias al licor pude hacerlo, profundamente, esperando a que no llegaran los remordimientos del mañana.
Al día siguiente, desperté con un terrible malestar … no tan grave como la culpa. Pero ¿cómo lo enfrentaría cada día en la oficina? Era imposible que todo fuese como antes, con lo que le dije, con lo que me dijo, con lo que pasó. Y si vuelve a insinuarse, ¿qué hago?, ¿lo golpeo … lo beso … me entrego? Pensé en ausentarme por enfermedad, pero tenía muchos pendientes en la oficina. Así que debía ir, y enfrentar mi falta de buen juicio.
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