Capítulo VI
Importante:
El contenido ofrecido de forma gratuita es únicamente para uso personal. No se permite su reproducción, redistribución ni uso comercial sin autorización expresa del autor. Al acceder a este contenido gratuito, aceptas los términos completos de uso descritos en la obra.
Él me dejó llegarle, con mi boca, plenamente. Abracé con mis labios cada rincón de su miembro, mientras me tomaba del cabello, fuertemente. Él se estremecía con cada succión, con cada respiración mía sobre él. Repetía vigorosamente: “… no pares, … no pares, por favor …”. De repente, sentí como su cuerpo se preparaba para venirse en mí y, aunque él intentó apartarme del él, no dejé que lo hiciera. Cuando me senté, vi al guardia mirándonos fijamente, muy asustado. Nos echamos a reír, muy nerviosos, y decidimos que no era momento de pasar a su departamento. Y salimos rápidamente, hacia mi departamento.
Él jamás se imaginó que yo tomara la iniciativa, bajo el riesgo de ser vistos públicamente. Pude verlo tomar sus labios con sus dedos, como reviviendo ciertos detalles de nuestro encuentro, y sonreía para sí mismo, como si se tratara de una inocente travesura. Sus ojos se posaron entonces en mí con cierta extrañeza, como si hubiesen encontrado lo impensable.
Cuando llegamos, le preparé rápidamente algo para cenar, y mientras comíamos, noté que me miraba con mucha más intensidad que antes.
- “¿Ocurre algo? Me ves de una forma que … me intimida.”, le pregunté.
- “¡Es que jamás imaginé estar así contigo! …”, exclamó, tomándome de la mano, “… había imaginado muchos momentos juntos, pero lo que estamos viviendo, lo supera todo … ¡Me haces muy feliz!”, respondió. Y yo, no pude evitar sonrojarme.
- “Antes eras muy hostil conmigo, ¿por qué nunca me dijiste nada?, ¿por qué no me confesaste que yo te gustaba?”, le pregunté con curiosidad.
- “Si te lo hubiese dicho, así, sin más, te habrías reído de mí, ¿o no?”, me preguntó.
- “Es muy probable … te detestaba.”, le contesté riendo.
- “Lo sé, veía ese fuego en tus ojos cada vez que yo te hablaba, y me encantaba verte enojada … Y es que te ves tan hermosa, aún más cuando me odias.”, dijo, besando mi mano tiernamente.
¿Cuándo comencé a gustarle?, y lo que es aún más importante, ¿cómo he llegado yo a sentir lo mismo? Las cosas habían cambiado tan drásticamente, y en tan poco tiempo, que volví a sentirme temerosa. No de él, ni de lo que estábamos viviendo. Tenía miedo de perderlo, de que perdiera el interés que sentía por mí, que se apagara ese fuego que nos abrazaba a los dos.
Mientras él lavaba los platos, noté sus brazos fuertes, musculosos, y su espalda amplia y varonil. Deseaba aferrarme a ella, en un apasionado abrazo, y nunca soltarme. No quería importunarlo, así que lo abracé suavemente por la espalda, y le dejé sentir mi calor por un momento, ante de irme a la habitación. Había sido un día largo y agotador, sin embargo, temía desilusionarlo. Se me ocurrió usar algo llamativo, como para retener su atención, y mostrarle que siempre estaría dispuesta a estar con él. De pronto el entró, y se puso detrás de mí.
- “¿Puedo sugerirte algo?”, me dijo al oído.
- “¿Sobre qué?”, le dije, pretendiendo que no hacía nada.
Se puso frente a mí, mientras rodeaba mi cintura con sus brazos.
- “Pensé que te pondrías algo lindo para mí. Tal vez me he equivocado.”, me dijo mirándome fijamente a los ojos, y tomando mi cabello con una de sus manos.
¡¡¡Sus ojos rompían mis defensas!!!…. No podía negarle mis intenciones.
- “Si eso es lo que deseas, pues, buscaré algo adecuado a la ocasión. Dame unos minutos, y estaré lista.”
Buscaba marcar una línea entre mi deseo y lo que él podría percibir como desesperación.
- “Me encantaría hacer algo contigo. Es como la fantasía número 869 de mi lista.”, me dijo sonriendo descaradamente.
- “Claro, podemos ir avanzando en tu lista, y tal vez mañana podamos seguir con la mía. Así que dime, ¿qué hacemos?”, le respondí.
- “No usarás nada, te desvestiré completamente. Quiero someterte a mí, pero solo un poco, … por ahora.”
- “Si, claro, yo también tengo esa fantasía en mi lista … suena excitante.”, le contesté.
- “Entonces no harás nada, hasta que yo te lo diga. Confía en mí, será muy placentero para ambos.”
Asentí con la cabeza, sin embargo, jamás había pensado en que alguien me sometiera en el sexo, ni siquiera un poco. Pero yo quería seguirle la corriente, le di mi mano, me recosté sobre la cama y me dejé llevar, como siempre. Confiaba en él, y en el placer que experimentábamos juntos, ¿qué podía salir mal?
Me pidió que no me moviera, mientras metía sus manos bajo mi falda y, lentamente, me quitaba las pantimedias, para luego ponerlas a un lado de la almohada. Retiró cada una de mis prendas, lentamente, con el mínimo roce. No me besaba, solo me veía lentamente, mojaba y mordía sus labios en el proceso. Yo me sentía muy nerviosa y excitada, deseosa del contacto, y ansiosa por lo que él iba a hacer.
- “Voy a atar tus manos, para que no puedas tocarme. Y las voy a fijar sobre tu cabeza, para que no las muevas. No te preocupes, no te va a doler.”
Y así lo hizo, ató mis manos con las medias, e hizo un fuerte nudo contra la cabecera de la cama. Era imposible desatar mis manos, … estaba visiblemente expuesta a sus caprichos, a sus fantasías, a su deseo.
- “Voy a traer algo, no me tardo.”
- “¿Qué?, ¿a dónde vas?”, le dije asustada.
Estaba desnuda, en medio la cama, y atada de manos, … como una indefensa presa a punto de ser devorada por un lobo hambriento. Traté de estar tranquila, respirando profundamente, y posé mi mirada sobre la puerta, esperando ansiosa su llegada. De pronto, él apareció con hielo y un frasco de jarabe de chocolate que tenía en mi refrigerador. Se desvistió, rápidamente, mostrando su miembro viril y perfectamente erecto. Lo miré, detenidamente, y él se mostró complacido de que lo viera. Se posó sobre mí, y me arrancó varios besos apasionados, mientras frotaba su cuerpo ardiente sobre el mío. De pronto se detuvo, y con su mano tomó uno de hielos. Lo puso sobre mis pechos, y empezó a girarlo sobre ellos suavemente, frotándolos, mientras se derretían por el calor que emanaba mi cuerpo. Yo podía sentir como el frío me quemaba y me estremecía por dentro y por fuera, mientras él llevaba lentamente su boca a mi vulva. Tomó entonces el otro hielo, lo metió en su boca, enfrió su aliento durante un momento y, retirándolo, empezó a lamerme suave y profundamente la vulva, mientras usaba sus manos para abrir mis piernas, de lado a lado, sosteniéndolas fuertemente para que no las cerrara. Comencé a pedirle que me penetrara, pues era demasiado el deseo que sentía.
- “¿Quieres que te llegue fuerte?”, me preguntó.
- “¡Sí, sí quiero!”, contesté muy ansiosa.
- “Aún no es tiempo, hermosa … déjame devorarte un poco más.”
Tomó el frasco y vertió chocolate sobre mis pechos … Y me lo quitó a lamidas, a mordidas, a besos, mientras yo suplicaba por más … por todo su ser. Entonces me volteó, y me puso en cuatro. Frotó su pene sobre mi culo, y luego, sobre mi vulva. No me penetraba, solo se frotaba sobre ellos enérgicamente, y gemía junto a mí.
- “¿Por qué no me penetras? Hazlo, ¡hazlo ya, por favor!”, supliqué.
- “No, hasta que estés tan húmeda, que no puedas resistirte.”
Soltó mis manos atadas a la cama, y con una de ellas frotó lentamente mi vulva, mientras besaba y mordía mi espalda. Me pidió que la usara conmigo mismo, mientras él me lo daba por detrás … Y lo hice, sin dudarlo. Fue, de una manera extraña, lo más excitante que sentí hasta ese momento. Mientras lo hacía, él tocaba mis pechos, mis piernas, lamía y mordía mi cuerpo, y lo sentía llenar con su calor cada espacia de mi cuerpo, … lo adoraba. Luego del clímax, sentí como su cuerpo húmedo finalmente cayó sobre mí, y me abrazó.
Esa noche dormimos juntos, y tuve mi anhelado amanecer. Mientras lo miraba dormir, pensaba en todo lo que habíamos pasado … ¡era un perfecto sueño erótico, del cual no quería despertar jamás! Pasamos un mes perfecto, lleno de amor y lujuriosas experiencias y, de pronto, como un rayo fulminante, cayó sobre mí la noticia de su partida.
- “Debo salir de la ciudad, por un tiempo. Pero volveré pronto. Te dejé una sorpresa debajo de la cama, … no la veas, hasta que te lo pida, por favor… Será pronto, lo prometo.”, dijo, tomándome de las manos.
- “¿Puedo saber a dónde vas?, y ¿cuándo vuelves?”, le pregunté.
- “No te preocupes, no es nada grave. Te estaré llamando, constantemente, para que estés tranquila, y no te olvides de mi …. y de lo mucho que te deseo.”, me dijo, con un beso apasionado, antes de irse.
Me llamaba todos los viernes, y mi corazón saltaba de alegría cuando lo escuchaba. Todas nuestras conversaciones trataban de mi día, lo que había hecho, y lo mucho que lo extrañaba. Durante las frías noches, recreaba mi mente con los recuerdos de todo lo que habíamos vivido, pero al final me sentía triste por su ausencia.
Había pasado casi un mes desde su misteriosa partida. y en mi mente comenzaron a rondar ideas de abandono y engaño. Mis intentos por saber dónde estaba, y lo que hacía, eran infructuosos. Él siempre lograba cambiar el tema y yo temía, muy dentro de mí, enterarme de que algo grave me ocultaba. Finalmente, un día viernes su acostumbrada llamada no llegó. Pasé la noche entera sin dormir, pensando en que todo había sido en vano … mi cariño, mi deseo … y que había desperdiciado mi tiempo en una fantasía más de la cual me costaría demasiado despertar. Nuestro distanciamiento pudo acabar con la pasión en él, y sembraba en mí un sinfín de dudas que carcomían mi mente.
Dos días después, su llamada se anunció en mi teléfono. Pero no, ¡ya no podía hacerlo más! Él me había deslumbrado con su pasión, y yo me perdí en él, totalmente. Jamás hablamos de tener una relación seria, y yo ya empezaba a celarlo en mi corazón, a sentir dolor y tristeza por su abandono, sin ser algo más que amantes ocasionales. Decidí no contestarle, y esperar a que se cansara de llamar. Pero en la noche, un mensaje suyo me sacudiría.
- “Tengo un ataque de ansiedad, creo que me voy a desmayar.”, me dijo.
- “¿Qué? ¿Estás seguro?”, le contesté
- “Si. Solo quería que sepas que…”
Y eso fue todo lo que necesite para llamarlo, luego de 20 segundos de esperar a que concluyera esa frase.
- “¿Aló? … ¿Estás en el hospital? … ¿Aló?”
- “No, estoy sentado en mi cama.”, contestó con un tono triste, y lejano.
- “¿Puedo hacer algo por ti? Si quieres, puedo viajar para verte, y … no sé … cuidarte, ¿puedo llevarte al hospital, si quieres?”, le contesté.
- “No, tranquila. Me siento mal, … pero no creo que algún médico pueda ayudarme con lo que me pasa … esto es algo mucho más ‘intimo’.”, contestó con su voz fatal y seductora.
Él estaba completamente bien. Era su estúpida forma de volver a controlarme, de nuevo. ¡¡¡Maldito, maldito!!! Y volví a odiarlo, intensamente, incluso más que antes.
¿Te atrapó la historia de “Te odio y te deseo”?
No te quedes con la intriga… Descubre cómo continúa este apasionante relato y déjate llevar por cada emoción.